Los Extraditados
Por Alfredo Brandon
19 Diciembre 2007
Eran casi las siete de la tarde de cualquier día de semana…, el lugar?, un bar agreste como cualquiera de la Ciudad de Buenos Aires. Allí se consumó un encuentro de viejos protagonistas de la vida política, si tuviéramos que describirlo: dos militantes que alguna vez fueron “exiliados en su País”. Fueron por mucho tiempo algo así como desterrados en su propia tierra, padecieron el peor de los castigos: el ostracismos y el castigo impuesto por el silencio; sus actos y la rebeldía de sus ideas vivían aun en las ganas de mirar un futuro raro, pero que siempre es futuro. La vida les había deparado la tarea de propagar la buena nueva: “mantener la fe en la misión”, tarea poco sencilla pero habitual para los que entendemos la causa popular y tenemos la rebeldía como herramienta. Nos miramos un largo rato y –casi con resignación alegre- concluimos en que seguimos manteniendo la “mala” costumbre de seguir resistiendo. Resistir?… cuando nombré la palabra “resistir” surgió, casi con ademanes demoníacos, la pregunta: paraaa quee!!. Que nos toca resistir ahora? Ya no estamos en un estado fáctico, sin libertades ni eximidos de nuestros derechos fundamentales. Si claro, Gozamos de la libertad de los poderosos, mercaderes de la dignidad humana, tenemos el usufructo de “la libertad del zorro en el gallinero”
En el momento álgido de los puntos de vista alambramos la conversación y convinimos, primero en un análisis mundial, luego continental para luego arribar al análisis nacional.
El asunto era determinante!! Por donde pasaría la solución para lograr la armonía y la equidad en medio de una globalización descarnada y asimétrica, fue así como surgió un razonamiento en 1951: “…Debemos marchar hacia el Continentalismo en primer lugar, para afrontar “organizadamente” el Universalismo (hoy deformado por la globalización) que será inexorable…” dejando entrever que lo malo no es la globalización sino qué se hace con ella –quien la conduce- y como nos defenderemos del atropello devastador de los que buscan poner bajo su ejido a la población mundial con el fin de llevarlos hacia el holocausto o hacia una esclavitud "cosensuada", a través de cualquiera de sus formas.
Así fue como en medio de puntos de vista y controversias ideológicas acerca del poder intercambiábamos ideas relacionadas con la conjunción societaria de la mitología izquierdoparlante, reverdecida en el Mayo Francés, y su concomitante compañero de fechorías, el neoliberalismo, fiel cultor de las invasiones en nombre de la libertad y los saqueos financieros. Pero ahí estaba –en la calle- el resultado de esta macabra sociedad, nuestra mirada se vio asaltada por una “interminable caravana” de camiones que transitaban la calle Virrey Liniers. Esa caravana caía, para nuestro asombro, como si fuera un haz de luz que entra por la ventana de nuestra estrepitosa sorpresa que solo era entendida desde la resignación del momento. Esa luz proviene del “paraíso de la globalización” que, sin detenerse, en las propiedades de las vidas humanas destella sobre nuestro patio trasero.
Por encima de la caravana cabalgaban los jinetes de una nueva clase social, los hay de “todos” los sexos y todas las edades, comparten un crisol de necesidades, son propietarios del hambre temprano y la esclavitud, esclavitud que para muchos de ellos es su profesión por mandato paterno.
Aunque los queramos esconder, como algo que nos avergüenza, ellos son los nómades que surgen con la caída del sol en busca de objetos varios; cartones, metales y hasta comida, claro !!, para despuntar el "vicio de ingerir" algún alimento que contribuya a sostener una osamenta cansada, descuidada y muchas veces enferma. El horizonte que se despliega ante ellos es el sedentarismo de la marginalidad y las miserias forjadas, como cadenas, por los poderosos.
Hemos pasado de crear fuentes de trabajo productivas a la comercialización de “servicios”, ésta “nueva ola” del comercio mundial ha impuesto “nuevos horizontes laborales (?)”, reformularon el oficio antiguo de “botellero”, se acuerda?, le aplicaron lo que ellos llaman “reingeniería” y la resultante fue, de manera multiplicada, “el cartonero” (que en realidad es sólo un adjetivo calificativo para una mejor marginación ya que en realidad no sólo junta, para su venta, cartón sino que también recopila botellas, plásticos, metales varios etc.), éste oficio también nació a la luz del trazo de la “nueva actividad productiva” que nos impuso el neoliberalismo para entrar en el “primer mundo”.
La mayoría de éstos trabajadores urbanos perdieron sus empleos a manos del nuevo orden mundial – llámese flexibilización o pauperización laboral, pasantías encubiertas o simplemente esclavitud en su máxima expresión (privatizaciones mediante).
Éstos transeúntes de la globalización desigual -algunos la llaman asimétrica- que hoy vemos en los acoplados de camiones que apenas se sostienen, son mujeres, hombres y niños que se trasladan hacinados en espacios mínimos. Ellos son “extraditados” todas las tardes, al caer el sol, desde algún barrio bonaerense hasta “el centro” para realizar la tarea impuesta por la impotencia y para no “…llorar cuando el hambre viene…”, luego, cuando raya la madrugada se montan, nuevamente, en los camiones y son “repatriados” a su lugar de origen, donde seguramente muy pocos niños que fueron devueltos a la marginalidad de origen podrán, al día siguiente, envainarse en el uniforme blanco para emprender el camino hacia la verdadera liberación. La educación.
Seguramente los encontraremos en alguna esquina intentando ganarle dinero a la diversión de los malabares, vistiendo el uniforme gris y mal dormido de su desesperanza. Y la nuestra. Ésta es la desesperanza de no tener futuro, futuro que ellos representan y que alguien, no se porque ignominioso designio se ocupa de tronchar.
Después de departir algunas horas con la compañera y teniendo en cuenta los actores, surgieron algunas preguntas: En algunos años, encontraremos a los “malabaristas de los semáforos” al frente de nuestra nación? o el “mercado” se los habrá fagocitado?. Seremos capaces de evitar que nos “corran” de la historia?, nos entregaremos yertos y sumidos en la sangre de nuestros hijos?. Mantengámonos de pie en las trincheras en pos de la dignidad que representa nuestra libertad, aunque a veces se cree que ser libre es poder caminar sin que nada ni nadie se lo impida, no, eso es sólo habito de desplazamiento, la libertad es poder desarrollarnos en una comunidad organizada, es vivir en un país socialmente justo, económicamente libre y políticamente soberano…, por eso amiga mía – le dije-… es bueno que sepan que… ¡Estamos vivos!
En el momento álgido de los puntos de vista alambramos la conversación y convinimos, primero en un análisis mundial, luego continental para luego arribar al análisis nacional.
El asunto era determinante!! Por donde pasaría la solución para lograr la armonía y la equidad en medio de una globalización descarnada y asimétrica, fue así como surgió un razonamiento en 1951: “…Debemos marchar hacia el Continentalismo en primer lugar, para afrontar “organizadamente” el Universalismo (hoy deformado por la globalización) que será inexorable…” dejando entrever que lo malo no es la globalización sino qué se hace con ella –quien la conduce- y como nos defenderemos del atropello devastador de los que buscan poner bajo su ejido a la población mundial con el fin de llevarlos hacia el holocausto o hacia una esclavitud "cosensuada", a través de cualquiera de sus formas.
Así fue como en medio de puntos de vista y controversias ideológicas acerca del poder intercambiábamos ideas relacionadas con la conjunción societaria de la mitología izquierdoparlante, reverdecida en el Mayo Francés, y su concomitante compañero de fechorías, el neoliberalismo, fiel cultor de las invasiones en nombre de la libertad y los saqueos financieros. Pero ahí estaba –en la calle- el resultado de esta macabra sociedad, nuestra mirada se vio asaltada por una “interminable caravana” de camiones que transitaban la calle Virrey Liniers. Esa caravana caía, para nuestro asombro, como si fuera un haz de luz que entra por la ventana de nuestra estrepitosa sorpresa que solo era entendida desde la resignación del momento. Esa luz proviene del “paraíso de la globalización” que, sin detenerse, en las propiedades de las vidas humanas destella sobre nuestro patio trasero.
Por encima de la caravana cabalgaban los jinetes de una nueva clase social, los hay de “todos” los sexos y todas las edades, comparten un crisol de necesidades, son propietarios del hambre temprano y la esclavitud, esclavitud que para muchos de ellos es su profesión por mandato paterno.
Aunque los queramos esconder, como algo que nos avergüenza, ellos son los nómades que surgen con la caída del sol en busca de objetos varios; cartones, metales y hasta comida, claro !!, para despuntar el "vicio de ingerir" algún alimento que contribuya a sostener una osamenta cansada, descuidada y muchas veces enferma. El horizonte que se despliega ante ellos es el sedentarismo de la marginalidad y las miserias forjadas, como cadenas, por los poderosos.
Hemos pasado de crear fuentes de trabajo productivas a la comercialización de “servicios”, ésta “nueva ola” del comercio mundial ha impuesto “nuevos horizontes laborales (?)”, reformularon el oficio antiguo de “botellero”, se acuerda?, le aplicaron lo que ellos llaman “reingeniería” y la resultante fue, de manera multiplicada, “el cartonero” (que en realidad es sólo un adjetivo calificativo para una mejor marginación ya que en realidad no sólo junta, para su venta, cartón sino que también recopila botellas, plásticos, metales varios etc.), éste oficio también nació a la luz del trazo de la “nueva actividad productiva” que nos impuso el neoliberalismo para entrar en el “primer mundo”.
La mayoría de éstos trabajadores urbanos perdieron sus empleos a manos del nuevo orden mundial – llámese flexibilización o pauperización laboral, pasantías encubiertas o simplemente esclavitud en su máxima expresión (privatizaciones mediante).
Éstos transeúntes de la globalización desigual -algunos la llaman asimétrica- que hoy vemos en los acoplados de camiones que apenas se sostienen, son mujeres, hombres y niños que se trasladan hacinados en espacios mínimos. Ellos son “extraditados” todas las tardes, al caer el sol, desde algún barrio bonaerense hasta “el centro” para realizar la tarea impuesta por la impotencia y para no “…llorar cuando el hambre viene…”, luego, cuando raya la madrugada se montan, nuevamente, en los camiones y son “repatriados” a su lugar de origen, donde seguramente muy pocos niños que fueron devueltos a la marginalidad de origen podrán, al día siguiente, envainarse en el uniforme blanco para emprender el camino hacia la verdadera liberación. La educación.
Seguramente los encontraremos en alguna esquina intentando ganarle dinero a la diversión de los malabares, vistiendo el uniforme gris y mal dormido de su desesperanza. Y la nuestra. Ésta es la desesperanza de no tener futuro, futuro que ellos representan y que alguien, no se porque ignominioso designio se ocupa de tronchar.
Después de departir algunas horas con la compañera y teniendo en cuenta los actores, surgieron algunas preguntas: En algunos años, encontraremos a los “malabaristas de los semáforos” al frente de nuestra nación? o el “mercado” se los habrá fagocitado?. Seremos capaces de evitar que nos “corran” de la historia?, nos entregaremos yertos y sumidos en la sangre de nuestros hijos?. Mantengámonos de pie en las trincheras en pos de la dignidad que representa nuestra libertad, aunque a veces se cree que ser libre es poder caminar sin que nada ni nadie se lo impida, no, eso es sólo habito de desplazamiento, la libertad es poder desarrollarnos en una comunidad organizada, es vivir en un país socialmente justo, económicamente libre y políticamente soberano…, por eso amiga mía – le dije-… es bueno que sepan que… ¡Estamos vivos!
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal