¿Descomposición organizada?
~ El cinismo y la complicidad ~
Por Alfredo Brandon
¿Qué sociedad podrá resolver el inescrupuloso galimatías que nos propone como certeza la desidia y la ambición como "camino al éxito?"; los soberbios oficialistas o la amorfa oposición que se explayan en un mar de connivencias solo alterado por complicidades oscuras que no siempre responden a las necesidades de sus representados, son, ciertamente, una feria de maquillados “escruchantes”.
«A través de las roturas de tu vestido descubro tu vanidad»
Seguramente la que podría desarticular tamaña puesta en
escena sería una sociedad que no haga de la hipocresía una herramienta que convalide,
por ejemplo; un delito menor tomando como punto de partida un delito mayor o
que entienda que lo falso no representa a lo auténtico. Se trata de no
relativizar con subterfugios lo que está mal. Quien lo dice?, lo dice la norma.
Una sociedad sin respeto por sus normas es una sociedad caótica Seguramente
algún sofista contemporáneo buscará confundirnos deliberadamente llamándola
‘dinámica’. Nada se organiza en medio del caos.
Justificar, mediante la distracción o la complicidad la
degradación de los valores esenciales es contribuir a la autodestrucción de
nuestros derechos y nos convierte en cómplices del mundo plagado de iniquidades
que devalúa con su banalidad nuestra pretendida investidura de ciudadanos. Una
sociedad que pretenda desarrollarse sólo le dará un sentido cierto a la
participación si es parte de la decisión; sin coerciones ni manipulaciones.
En la política toda actividad contra natura es un disvalor
que contribuye perniciosamente al futuro del hombre, llevándolo, sin más
remedio, al despojo de sus valores esenciales para la cohabitación hasta lograr
su desaparición como ser trascendente.
La
“progresía”, abanderada indiscutible del displicente “está todo bien”, las
nuevas expresiones que pretenden "incluir" cuando en verdad sugieren
un estilo de confrontación entre el varón y la mujer. Toda esta metodología
está tramitando un nuevo planteo para una globalización que ha cambiado de
rumbo pero que aún mantiene su objetivo: "Mayor cantidad de bienes en
menor cantidad de manos". Este replanteo va directamente hacia una
‘descomposición organizada’ de aquellas sociedades endebles en sus bases de
formación valorativas; emplean herramientas de destrucción de baja intensidad,
casi indetectables, facilitando el abordaje de cuanto virus disgregativo
pretenda influenciarnos, según a sus intereses convenga.Esta ‘progresía’ es el
rostro remozado que utiliza el poder para convalidar sus más deleznables
intensiones.
No hay punto de coincidencia entre lo bueno y lo malo. La
mirada relativa nos coloca en un estado de zozobra permanente que genera dudas
y desconcierto, así es como los ciudadanos construyen sociedades plagadas
de ambigüedades, temores e
inconsistencias; ya en estado inerme nos inoculan todo tipo de hábitos y
malformaciones que solo buscan, disfrazados de placeres aparentes, el
desmembramiento de nuestra comunidad.
Si el relativismo impera todo está en duda; reina la anomia y en ella descansa el caos y la desintegración del entramado social. Así es como una Nación empieza a convertirse en un monumento cadavérico que se expone indefenso al ‘rapiñaje’.
¿Es esto lo qué le debemos a la ‘corporación Política’
argentina?, será que nuestra responsabilidad como ciudadanos es volver al seno
en donde fue concebida la política: el bien común. Observando la soberbia
oficialista y a la anémica oposición nos damos cuenta que los intereses
“particularísimos” se han fagocitado las convicciones. Ambos solo traducen
egoísmo y promueven al “hombre como lobo del hombre”. Ser ciudadano es una
obligación, pero claro, antes debemos saber que significa serlo. “No hay
decreto que defina al ciudadano”.
“Es ciudadano el individuo que puede tener en la asamblea pública y en el tribunal voz deliberante”.
“Ciudadano es el hombre virtuoso, tal denominación pertenece al hombre político que puede ser dueño de ocuparse, personal o colectivamente de los intereses comunes”.
¿También son ciudadanos los que omiten a sabiendas lo inicuo
de la corrupción y basan su neutralidad en pos de sus “intereses
particularísimos”?.
Hay alguna categoría distintiva para los ciudadanos que permiten, haciéndose los distraídos, que
el estado, junto a los depredadores financieros que subsisten a costa de la
especulación sin fomentar las inversiones productivas para generar ingresos
genuinos. Estos mismos son, junto a los formadores de precios, los que se
apropian del excedente de La renta de los trabajadores con la venia del
gobierno de turno. Cuando efectuamos un gasto efímero no hacemos más que
descuidar el ahorro; herramienta vital para lograr una autonomía genuina en las
decisiones: familiares, sociales y nacionales en cuanto al uso responsable del
dinero.
El papel de observadores inmóviles nos transforma en
gentiles garantes de quienes esquilman de manera vil a los trabajadores aplicándoles cargas impositivas
–directas e indirectas-, más relacionadas con el neoliberalismo que con un
gobierno 'Nac&Pop' (¿?) mediante el impuesto a las ganancias -“impuesto al
trabajo”-. ¿Puede tomarse lo obtenido mediante el esfuerzo diario como una
“ganancia”?. Otra ‘buena manera’ de impedir que los trabajadores ahorren.
http://asuntosycomentarios.blogspot.com/2011/09/yo-senor-no-senor_6397.html
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