jueves, agosto 14, 2014

El cuadro gris

Por Alfredo Brandon

~Si no luchamos por lo que creemos, merecemos padecer la mano brutal del sometimiento.~


La política de nuestros días ha cambiado los paradigmas de sus conceptos primigenios. Nadie se anima a dar un paso cualitativo que esté por fuera de los intereses inmediatos; todas son intenciones y promesas que se repiten pero no se distingue la diferencia para empezar a pintar los fundamentos de un futuro promisorio. En el hoy predomina lo inmediato de la política representado por el electoralismo. Una política bien instantánea, bien Y. La generación.

El electoralismo ha desplazado a la realidad. Los cabildeos mecen de aquí para allá los deseos insatisfechos de los que detentan un lugar en el firmamento de esa tela que aún permanece blanca. Triunfa la inmediatez y se desboca la necesidad, así es como se impuso lo instantáneo a la cavilación sensata. Lejos de esta dinámica falaz, se vislumbra un pueblo que presiente el abandono y que sabe no habrá paisaje. Sus ojos han vuelto a ser ocupados por el artificio que sostiene la frivolidad de los oferentes electorales, mercaderes y escruchantes, carentes de toda sustancia, pero ruidosos y ávidos por nublar nuestra razón.

Hay una muestra que hoy representa el surrealismo de la política: la “progresía” declamatoria y los “sofistas” del campo popular, ambos comparten espacios en la “corporación política”. Que todo pase para que nada pase. Entre la nada y la realidad truncada nos abren una puerta hacia un camino que está destinado para los que deambulan entre la caridad y la degradación.

La desilusión es una de las grandes propuestas del electoralismo. Nos ofrecen ser parte de la misma paleta; un concierto de colores que se mezclan y amontonan hasta perder cada uno su identidad. Ya no hay colores definidos y es ahí donde nos aborda la incertidumbre, que no es mansa, que contiene lo nocivo del no saber qué decisión tomar. Con el cambio de paradigmas en la política se ha propiciado el vaciamiento sustancial de los principales partidos políticos y eso tiene un origen; lo oscuro del manejo del Estado en acciones non sanctas. En este estado de cosas, lo único que tenemos garantizado es la muerte climatizada de los valores de la política.

El electoralismo permanente fomenta andamiajes “participacionistas”, y aparentemente divertidos, pero engañosos. Es como un “carrusel” circense plagado de filibusteros en el que conviven lo antojadizo y lo absurdo con lo contradictorio. Esta es la progresía que se amontona con el único propósito de obtener votos y omiten el cómo sustentar una gobernabilidad futura. Lo diverso del electoralismo ya toma forma de fragmentación con la solapada intención de confundirnos. Pasamos del “carrusel” de UNEN al candidato que se mimetizó con el oficio de novia; es un andrógino político que todos quieren tener pero que ninguno alcanza. Anuncia su boda por tv; no paga difusión sino que compra novia instalada.

Muchos sostienen que el pincel es lo más valioso para el pintor, otros dicen que es sólo un instrumento y que esta consideración ignora al ser como portador de la observación y la decisión; lo más importante es la mirada. La premura no es un buen sendero, nos hace dependientes del vacío apoyado en palabras laxas y rápidas, que no por casualidad, tienen un formato que las hace modificables con respecto a lo prometido en la vorágine de una campaña. La construcción de poder para edificar un proyecto nacional que contemple a todos los sectores no se erige en el electoralismo.

No es bueno que el electoralismo desaparezca, lo importante es que no se transforme en lo único y permanente. En la perpetuidad electoral no hay colores definidos que sostengan la esperanza y es muy posible que muchos desaparezcan; libramos una batalla desigual frente al atril; allí está la tela, desafiante y bordada por un marco de madera cansado de sostenerla sin consumar el cuadro.

Hoy sólo hay un cuadro gris.

publicadas por Alfredo Brandon a la/s | 0 Comentarios

Twittear